Nota sábado
16/11/2013
Nuevos rumbos
Familias
que llevan la frutilla por la costa
· Entre
Rincón y Helvecia el cultivo fue creciendo hasta representar un tercio del
total provincial. Fue por la dificultades para expandirse en Coronda, pero
también porque es la zona donde los pequeños productores encontraron mejores
alquileres y suelos nuevos.
Para
adelante. Ramón Panique y su familia sufrieron el granizo los últimos dos años,
pero eso no le impide trabajar con una sonrisa. Foto: Juan Manuel Fernández
Juan Manuel
Fernández
jmfernandez@ellitoral.com
El cultivo de
frutilla en la provincia de Santa Fe -históricamente enclavado casi con
exclusividad en Coronda- empezó a buscar nuevos horizontes y encontró en la
zona costera de los departamentos La Capital y Garay donde hacer pie.
La conjunción de
un puñado de factores hicieron que, en pocos años, el área sembrada entre San
José del Rincón y Helvecia se dispare hasta representar en la actualidad un
tercio del total provincial. Influyeron sobre todo el crecimiento de la planta
urbana corondina que limitó la expansión en esa zona, el ingreso al cultivo de
familias con cultura quintera que se reparten el trabajo entre sus miembros y
así bajan uno de los mayores costos como es la mano de obra contratada y la
búsqueda de tierra más barata.
Así, de las 414
hectáreas totales implantadas en la campaña 2013 -que está por finalizar- 106
se encuentran al norte de la ciudad de Santa Fe, mientras en Coronda -que llegó
a tener hasta 700 hectáreas en la época de esplendor- se cultivaron 308.
En su mayoría,
los protagonistas de esta “colonización” son pequeños y medianos productores,
con una media de 2 hectáreas cada uno, que encontraron en la frutilla -que se
cosecha entre julio y noviembre- un producto sin desperdicio y de venta
constante durante buena parte del año.
Apoyo
técnico
Tan importante
es el crecimiento de la actividad, que desde agosto de 2012 funciona un grupo
de Cambio Rural “Hortícola de San José del Rincón y Arroyo Leyes”, coordinado
por el ingeniero Esteban Rufino. Está compuesto por 10 productores, en su
mayoría frutilleros que complementan el esquema anual con hortalizas como
zapallitos o berenjenas. Las dimensiones van desde menos de 1 hectárea hasta 5
o 6 hectáreas, aunque “la mayoría son pequeños, con superficies de 2 hectáreas
promedio”.
El denominador
común es que todos alquilan “y compiten en esta zona con los loteos, entonces
se da el problema de falta de superficie para seguir cultivando”, advirtió el
asesor. Aunque también los iguala el hecho de estar “atados a los precios del
mercado” por el bajo volumen individual, la carencia de capacidad logística y,
sobre todo, la atomización. Por eso, uno de los objetivos del grupo es inculcar
un comportamiento asociativo, ya sea para la venta de producto o la compra de
máquinas o insumos.
Rufino, quien
destacó que dos años atrás la superficie frutillera en la zona era de unas 60
hectáreas, explicó que en Coronda “ya no se dispone de tanta superficie para
hacer el cultivo” y muchas quintas han quedado muy cerca de la planta urbana,
por lo que el uso de fitosanitarios es un problema.
En la Costa,
además de espacio hay “suelos muy buenos, con capacidad productiva” por una
menor presencia de patógenos (hongos y bacterias); y hasta mejores temperaturas
y calidad del agua “muy apta para el cultivo”.
Sin embargo en
Rincón y Arroyo Leyes empiezan a sufrir el acoso de los loteos, que compiten
con fuerza por el suelo. Por eso estima que la expansión seguirá hacia el norte
“porque mucha gente prefiere vender y hacer un negocio inmobiliario antes que
alquilar para producir”. El proceso ya está ocurriendo, y “se van yendo para
Santa Rosa o para Helvecia” donde pueden encontrar alquileres mucho más
convenientes.
Frontera norte
Andrea Silda
Avendaño y su marido Aníbal, oriundos de Tarija (Bolivia), se afincaron en
Helvecia hace 35 años y en 2012 decidieron sumar las frutillas a la producción
de pimientos y zapallitos. De las 12 hectáreas que cultivan -sólo 5 son
propias- decidieron dedicar una a la fruta y así pusieron el mojón más norteño
del cultivo. Fue “una experiencia muy buena”, aseguró la productora, por lo que
ya tomaron la decisión de continuar. “Y no se si no hacemos un poquito más,
está muy bueno”, se entusiasmó.
Aunque para las
hortalizas cuentan con mano de obra contratada, a la frutilla la trabajan ellos
mismos con alguna ayuda de su dos hijos. Tienen herramientas propias que le
permiten no contratar terceros, aunque sí pagan flete para mandar la cosecha al
mercado. “Lo que se puede, lo hacemos nosotros”, remarcó.
Lo que sedujo a
la familia para incorporar el cultivo es su permanencia en el tiempo. “Me
interesa que es una cosecha larga, de muchos meses”, explicó la señora
Avendaño. También le parecen puntos a favor el precio de la fruta y la
recolección diaria, lo que implica un ingreso constante de dinero a la casa.
“Hay una venta permanente y no se tira nada, porque la que se pasa de madura se
la lleva la fábrica para hacer dulces”, agregó.
Conforme con el
desempeño, aseguró que “por ser la primera vez lo hicimos bastante bien”, ya
que lograron buenos rendimientos. Ahora sólo deben corregir algunos detalles:
“los arcos los pusimos muy juntos; tienen que estar más abiertos”, citó como
ejemplo.
Como le ocurre a
todos los productores, los precios arrancaron bien arriba y luego bajaron. “En
el mercado al principio la bandeja de 4kg valía arriba de $100 y ahora 20 a 30.
En la fábrica te pagan $4 el kilo”. Ellos envían la producción a los mercados
en Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba y “mucho a Rosario, junto con el zapallito”.
Andrea contó que
tienen ganas de ampliarse, pero todavía no saben bien cuanto. “En una de esas
hacemos algún macrotúnel”, dijo, para evitar los problemas del clima y las
malezas. Mientras tanto, compraron y están a punto de instalar un conteiner
refrigerado para mantener la fruta y mejorar la logística comercial.
Cuestión de familia
Más al sur, en
Arroyo Leyes, Ramón Panique y su familia -también descendientes de bolivianos
de Tarija- trabajan 6 hectáreas de frutilla y forman parte del grupo de Cambio
Rural que coordina Rufino. Llegaron hace tiempo desde Monte Vera, donde Ramón
comenzó como jornalero en la producción de tomate, chaucha y zapallito, antes
de alquilar su propio lote para cultivar. Según dijo, decidió mudarse a la
costa por la recurrencia de las granizadas que le arruinaban la producción,
además de buscar “tierra más barata”.
Hace 8 años
comenzó con “con poquito” (media hectárea) de frutilla. Y, entusiasmado por la
productividad y el aprovechamiento total de la cosecha, fue creciendo hasta las
hectáreas actuales. “Es distinto al tomate o el zapallito que cuando se te pasa
ya lo tenés que tirar”, coincidió con los Avendaño.
Con el tiempo la
familia fue especializándose. Al principio trabajaban sin desinfección de
tierra y con cinta de riego perforada, mientras ahora utilizan Metam amonio (un
sustituto del bromuro de metilo) y cambiaron la irrigación al sistema de goteo.
“Los microtúneles antes los hacíamos con arquitos de caña y ahora, con la plata
que fuimos sacando los hicimos de hierro, que es más duradero y no hay que
renovarlo todos los años”, explicó.
“Trabajando
nosotros nos beneficiamos nosotros”, explicó sintéticamente, y consideró la
actividad “un microemprendimiento familiar” en el que todos los días hay
trabajo: regar, abonar, cosechar, preparar la fruta. “Cada uno en la familia se
queda con su parte de la venta; no tenemos beneficio de nadie más que de
nosotros”.
La venta la
realizan principalmente a los compradores que llegan a la chacra y, en menor
medida, envían a Buenos Aires y Rosario. “Al mercado de acá no vendo porque no
me da el tiempo de cosechar y vender”, explicó, aunque los precios se definen
ahí. “La gente viene con la base del mercado; si ahí vale $20 acá vale $15”,
detalló.
.
Falta
asociarse
El jefe de la
familia Panique destacó que la participación en Cambio Rural es positiva, pero
se lamenta de la desconfianza que todavía persiste en el grupo, que frena los
potenciales logros. “Si tuviéramos más apoyo sería más fácil”, dice, y explica
que “siempre hubo propuestas pero nunca llegaron a nada”. Por ejemplo, han
pensado en comprar una alomadora en conjunto o insumos para instalar
macrotúneles.
Esteban Rufino
indicó que al formar el grupo se plantearon objetivos colectivos, además de
resultados productivos. “Todos los productores son individualistas, les cuesta
ver al vecino como compañero y no como competencia”, dijo, y remarcó que “este
año se ven mejoras en ese sentido: al principio les costaba participar y ahora
ya se discuten varias cosas”.
En el plano
comercial, al vender individualmente y no entregar tanto volumen no cuentan con
poder de negociación. Vender en bloque “podría generar algo de presión para, al
menos, discutir un poco el precio del producto”.
Esa es una deuda
de la Cooperativa de Arroyo Leyes, que hoy funciona sólo como acopio, ya que el
volumen que trabajan ronda los 3.000 kilos diarios y aún es bajo. Se trata de
un problema de capacidad, ya que un sólo productor puede cosechar alrededor de
1.000 kilos día por medio “y no llegan a tomarle la fruta a varios
productores”, explicó el asesor. Además, indicó que “el productor está un poco
alejado” y sólo acude en circunstancias excepcionales, como cuando hay una
granizada y hay que gestionar una ayuda estatal.
Frutilla
y algo más. La familia Avendaño complementó con frutilla su planteo
hortícola.en Helvecia Foto: Juan Manuel Fernández
Sin crédito ni
seguro
· La
familia Panique, en Arroyo Leyes, fue de las más castigadas por el granizo los
últimos dos años. Por eso, dicen, “lo seguimos (al cultivo) más por usar el
material que ya tenemos”.
A comienzos de
agosto ellos estuvieron entre los más perjudicados por una fuerte manga que les
cortó la cosecha por un mes. Justo en la época de primicia, cuando se dan los
mejores precios que -en el balance anual- compensan la baja cuando la fruta
abunda.
La pérdida fue
tal que “no se si vamos a salir a flote para empezar el próximo año”, se atajó.
Aún deben pagar las deudas y lograr un excedente de dinero para volver a
comprar insumos. Por eso no saben si seguir con lo mismo, achicarse o cambiar
de rubro. “Depende de los proveedores”, dice Ramón, ya que un crédito “no es
conveniente, porque con una granizada como esta empeora la situación”. Para
colmo las aseguradoras no cubren el cultivo de frutilla, por lo que no hay modo
de reducir ese riesgo.
Campaña
con altas y bajas
· Este
año el precio en fresco fue muy bueno para la frutilla, “porque en Tucumán hubo
una helada muy fuerte y entró mucho más tarde en el mercado”, explicó Esteban
Rufino.
La nota negativa
la dieron los plantines, que no rindieron como se esperaba y tardaron en
empezar a producir. También se destacó el granizo, que en Rincón y Arroyo Leyes
se recortó los rindes entre 300 y 400 gramos por planta en unas 40 hectáreas.
El cálculo de pérdida orilla los 15.000 kilos menos por hectárea o 600
toneladas en la zona. “Hubo quintas de 3 o 4 hectáreas que hicimos el número de
la pérdida y daba entre $300.000 y $400.000”, indicó.
"en esta
zona compiten con los loteos, entonces se da el problema de falta de superficie
para seguir cultivando”
Esteban Rufino
Asesor Grupo Cambio Rural “Hortícola de San José
del Rincón y Arroyo Leyes”